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El prolongado boom de las escritoras mujeres en la Argentina. Un fenómeno impensado hace pocas décadas. Con un estilo novedoso y valiente revolucionan el mercado editorial
MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE
La palabra “boom” se utiliza para significar algo repentino, de corta duración. En literatura un “boom” marca justamente eso, la eclosión de un fenómeno necesariamente generacional y efímero. Así fue el boom de la literatura latinoamericana –García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Carpentier, Lezama Lima y otros— que llegó y se fue entre los 60 y 70, aunque dejó sucesores.
De todos modos, fueron las escritoras mujeres y en especial, en América, las argentinas, las que vienen demostrando que se puede haber un “boom” prolongado, ya que en lo que va de este siglo —y es ya una cuarta parte del XXI la que corrió—, aparecieron con fuerza en el mercado editorial y allí se mantienen ahora, en la cima de todos los rankings, cada una con decenas o centenares de miles de ejemplares en su haber.
Florencia Bonelli
Este fenómeno se advierte no sólo en nuestro país sino que es mundial y se comprueba sobre todo entre las novelistas. En la última nómina de diez libros más vendidos publicada el domingo pasado en este diario aparecen seis mujeres, dos de ellas argentinas: Claudia Piñeiro y Samantha Schweblin, acompañadas por las extranjeras Isabel Allende (chilena), Han Kang (surcoreana), Suzanne Collins (estadounidense) y la española María Dueñas.
Entre los diez libros más vendidos en la última semana, aparecen seis mujeres
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Haría falta una obra de envergadura para explicar este fenómeno del avance de la mujer en el campo literario. La neurocienica, la psicología social, la política y sobre todo un decidido avance en la libertad del pensamiento humano, participan en esta movida que revolucionó por completo a la literatura. Escritoras mujeres copan hoy las vidrieras de las librerías.
En ellas aparecen las obras de Florencia Bonelli, Leila Guerriero, Mariana Enriquez, Selva Almada, Belén López Peiró, Gabriela Cabezón Cámara, Luisa Valenzuela. Las nombradas Piñeiro y Schweblin, Marina Mariasch y, entre muchas otras autoras, la platense Lorena Pronsky, que con su novela Loca, recientemente editada, cuenta sobre el complejo mundo de la salud mental de una mujer que lucha contra la depresión.
Lorena Pronsky
O también puede hablarse de la porteña Marina Yuszuck que acaba de publicar Historia natural, una fascinante vida novelada del Perito Moreno, con continuas referencias del Museo de Ciencias Naturales y de nuestra ciudad a fines del siglo XIX.
El personaje central de Historia natural se llama Virginia y en abril pasado el crítico de La Nación, Tomás Villegas, detalló que “Virginia vive en una La Plata que, ante los ojos de su aristocrática madre, resulta poco menos que un descampado. Vive, en verdad, en el Museo, suerte de mansión gótica, oscuramente encantada. Deambula por sus salas concéntricas imaginando escenarios en los que su padre, por fin, la detecta, la reconoce, la legitima. Para ella la luz (que es, también, la de la razón) irradia con demasiada fuerza las altas paredes vidriadas y las estanterías, pero se repliega, sin embargo, con facilidad durante la noche, gracias a una sensibilidad romántica, que convierte al Museo, como afirma un personaje, en un cementerio invertido”.
Una teoría acerca del éxito de las mujeres en la literatura lo ofrecieron neurocientíficos de relieve, que aludieron a que la inteligencia de la mujer –que es distinta a la de los varones— se ve enriquecida por su mayor acercamiento al universo emotivo. El varón se queda en lo intelectual, en especulaciones; la mujer enriquece ese mismo caudal conceptual con el ingrediente de sentimientos que ella domina con más naturalidad que los varones.
La platense Lorena Pronsky, cuenta, en su novela Loca, el complejo mundo de la salud mental
La lingüista y filósofa estadounidense Robin Lakof sostuvo que los escritores varones suelen ser asertivos y que, en cambio, las mujeres manejan mejor la duda. Pero además pone el acento en la capacidad femenina de distinguir matices, que los hombres suelen ignorar o no ver. Sobre este punto la escritora Ana María Shua dice que “un hombre llamará rojo a lo que una mujer puede llamar ladrillo, magenta, fucsia, borravino, carmesí, bermellón...Y de matices, precisamente de matices, está hecha la literatura”.
Leila Guerriero
La Shua no se queda atrás, toma la lanza y se larga a la carga cuando, luego de otras argumentaciones, afirma esta aguerrida conclusión: “Queda demostrado, entonces, que los hombres no están dotados por la naturaleza para producir literatura. De modo que no tiene nada de extraño que las mujeres escriban mejor: en realidad, solo ellas escriben. Los hombres se dedican a cargar bolsas o hacer la guerra o, a lo sumo, les dictan cartas a sus secretarias. La literatura está absolutamente abandonada a las manos femeninas”.
Para el librero citybelense Federico Navamuel (Patio Interno), “las escritoras mujeres son menos competidoras que los escritores varones, creo eso. Pero además son más valientes para decir las cosas”, para añadir que es evidente el vuelco de muchos lectores hacia escritoras mujeres, sobre todo en el campo de la ficción.
Mariana Enriquez
Ahora se dice que las mujeres “se empoderaron” y nada mejor que utilizar esa expresión en el campo literario. Hace pocas décadas las mujeres entraban en puntas de pie al terreno de la autoría y –salvo excepciones maravillosas, como encontró la literatura argentina en Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, Olga Orozco y otras pocas— ni siquiera aparecían en las presentaciones de libros escritos por varones. Hoy ocupan esos espacios y los lideran en buena medida.
La crítica española Silvia Bardelás definió a la joven generación de escritoras argentinas como un grupo “heterogéneo” que tiene en común “un lenguaje potente, íntimo, honesto y expresivo, mucha libertad a la hora de escribir y una literatura muy carnal”.
Marina Yuszuck publicó Historia natural, con referencias sobre la Ciudad
“Echan toda la leña al fuego –añadió–. Escriben sin tapujos de su relación con los hombres, de la necesidad de independencia, de dignidad, de relaciones familiares y de migración de ida y vuelta”.
Claudia Piñeiro
Los críticos hablan así también de una generación de escritoras mujeres que fueran previas a la que hoy está vigente, entre quienes puede mencionarse a Sara Gallardo, María Elena Walsh, la platense Aurora Venturini y Silvina Ocampo. Esta última fue como la eclipsada del grupo Sur, con su perfil desvanecido por el esplendor de Adolfo Bioy Casares, de Borges, de su hermana Victoria, pero hoy está viviendo una suerte de resurrección, con sus libros muy buscados y más leídos.
La colección “Serie de los Dos Siglos” de la editorial Eudeba que el escritor y académico platense José Luis De Diego codirige junto a Silvia Saitta, acaba de editar de Silvina Ocampo su libro La enemistad de las cosas y otros cuentos. Se trata de una imperdible serie de relatos, que empieza con este párrafo: “Arqueó su boca al bajar los ojos sobre la tricota azul que llevaba puesta. Desde hacía días, una aprensión inmensa crecía insospechadamente por todas las cosas que lo rodeaban. A veces era una corbata, a veces era una tricota o un traje que le parecía que provocaba su desgracia. Había jurado analizar los hechos y las coincidencias para poner fin a sus dudas”.
Marina Mariasch
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