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El 91% de las familias tiene algún tipo de deuda. El 58% de las operaciones con tarjeta de crédito fueron para la compra de alimentos
La clase media sufre por la pérdida de poder adquisitivo / web
Esteban Pérez Fernández
eperezfernandez@eldia.com
Durante décadas, la clase media argentina fue un emblema del ascenso social y el desarrollo económico. Constituida sobre valores como el esfuerzo, la educación, el trabajo y el mérito, fue el sostén de un modelo de movilidad que permitió a generaciones enteras progresar. Hoy, ese entramado está en crisis. La clase media se reduce, pierde poder adquisitivo, sufre una creciente heterogeneidad interna y, en muchos casos, se desliza hacia la pobreza.
Un informe reciente de la consultora Moiguer detectó tres fenómenos que atraviesan a este sector: la pérdida del sentido de pertenencia, la desestructuración de sus parámetros de progreso y la creciente desigualdad interna. En 2004, el 91% de la sociedad se autopercibía de clase media. Ese porcentaje bajó al 74% una década más tarde. En la actualidad, si se simplifica la pregunta a elegir entre clase alta, media o baja, el 52% se identifica como clase baja, y sólo el 47% como media.
El retroceso no es sólo simbólico. También es material. Cuatro de cada diez argentinos de clase media creen que nunca podrán comprar una vivienda. El 44% no posee un automóvil. Y un dato revelador: el 60% afirma que su trabajo sólo le permite subsistir, sin posibilidad de crecer económicamente.
La consultora divide a la clase media en dos segmentos: C2 y C3. En el primero, los ingresos promedian los $2.750.000 mensuales; en el segundo, $1.300.000. La brecha entre ambos se profundiza. Mientras que el 70% del C2 se sigue percibiendo clase media, la mitad del C3 ya se identifica como clase baja. Esa diferencia se refleja en todos los aspectos de la vida cotidiana: en el acceso a la vivienda, el nivel educativo, los consumos culturales, los viajes y la posibilidad de ahorrar.
Según el informe, apenas el 45% del C3 tiene casa propia frente al 57% del C2. Solo el 21% del C3 viajó al exterior, mientras que en el C2 ese número asciende al 47%. Y mientras el 74% del C2 leyó al menos un libro en los últimos seis meses, en el C3 lo hizo el 55%.
Magdalena Iocco, directora de contenidos de Moiguer, advirtió que incluso en un escenario de recuperación económica, esa brecha entre las dos clases medias se ampliará: “Vamos hacia una clase media a dos velocidades, donde un sector empieza a recuperar consumo e ingresos y el otro queda cada vez más relegado”.
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El retroceso del capital cultural también es alarmante. La educación, históricamente pasaporte hacia el ascenso, ya no garantiza movilidad. El 40% de los argentinos de clase media superó el nivel educativo de sus padres, pero no percibe una mejora en su calidad de vida. La pérdida de sentido del esfuerzo se cuela en el relato identitario de una clase que ya no encuentra recompensa al mérito.
A esto se suma el deterioro del empleo formal. Según el especialista Juan Pablo Chiesa, abogado y docente, “el primer año del gobierno de Javier Milei ha sido, en términos laborales y salariales, un verdadero terremoto”. El salario promedio, medido por el Ripte, ronda los $1.100.000, muy por debajo de lo necesario para sostener un nivel de vida tradicional de clase media. En marzo, se perdieron 23.000 empleos asalariados formales, la mayor caída en ocho meses. Y más del 60% de la población está endeudada o directamente fuera del sistema bancario.
La morosidad también golpea con fuerza. El Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE) reveló que el 91% de las familias argentinas tiene algún tipo de deuda. Y lo más preocupante: el 58% de las compras con tarjeta de crédito fueron para alimentos, una señal contundente de empobrecimiento. Las deudas impagas ya representan el 10% del total, y los casos judicializados aumentaron seis puntos en el último año.
El informe del IETSE también muestra que el endeudamiento dejó de estar vinculado a la compra de bienes durables. Hoy, las familias se endeudan para pagar servicios o llenar la heladera. Según EcoGo, el crédito total de los hogares equivale al 5% del PBI, el nivel más alto desde 2018. En los sectores informales, las deudas superan los ingresos mensuales, lo que agrava aún más el riesgo de impago.
La situación es crítica incluso para las empresas. Cámaras de comercio de distintas provincias han advertido que muchas firmas no podrán pagar el medio aguinaldo, debido a la caída en las ventas y la falta de crédito. La cadena de pagos se tensa peligrosamente.
En este contexto, algunos especialistas sostienen que el modelo económico actual parece no ofrecer respuestas. El ajuste fiscal y la contracción del consumo afectan de lleno al mercado interno, arrastrando a familias, industrias y pymes. El modelo de movilidad social que alguna vez definió a la clase media argentina parece hoy una postal del pasado.
La clase media no desaparece de un día para el otro. Se desvanece en cuotas, en decisiones que postergan consumos básicos, en trabajos que no alcanzan, en sueños de progreso que se archivan. Lo que está en juego no es sólo un estrato económico, sino la idea misma de una Argentina donde el trabajo, la educación y el esfuerzo tuvieran sentido y foco hacia un futuro mejor, que hoy parece más lejano.
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