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El Mundo |Cómo es la nueva rutina del hombre que tuvo un enorme poder y terminó tras las rejas

Nicolás Sarkozy y Carla Bruni: silencio y “resistencia” entre rejas

El ex presidente francés atraviesa sus días más duros acompañado, a la distancia, por la ex top model. Una hora de gimnasia, lecturas clásicas y tres visitas semanales

Nicolás Sarkozy y Carla Bruni: silencio y “resistencia” entre rejas

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21 de Octubre de 2025 | 17:01

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París amaneció con un aire extraño. En Montmorency, el barrio elegante del XVI arrondissement, las cámaras esperaban frente a la villa donde Nicolás Sarkozy y Carla Bruni compartieron los últimos días en familia. Allí, entre abrazos, silencios y la discreta emoción de su hija Giulia —que acaba de cumplir 14 años—, el ex presidente francés se despidió de su casa y de su libertad.

De la mano de Carla, serena y vestida con un impecable abrigo camel, caminó unos pasos antes de subir al auto oficial. “La verdad triunfará”, dijo apenas, con esa mezcla de orgullo y resignación que sólo ensayan los que alguna vez tuvieron el poder absoluto.

A las 9:30, el cortejo de autos negros —tan parecido a los de sus días en el Elíseo— ingresó a la prisión de La Santé, el edificio histórico que alguna vez albergó a escritores, militares y dictadores. Allí, en una celda de doce metros con ducha, televisión y una mesa pequeña para escribir, Sarkozy comenzó una nueva vida.

Rutina entre muros

Dicen que el expresidente impuso su propio orden: una hora de gimnasia cada mañana, seguida de lectura y escritura. Eligió tres libros para su estadía inicial. Entre ellos, El Conde de Montecristo de Alexandre Dumas, la historia de un hombre injustamente encarcelado que planea su venganza. “No es casual”, comentó un allegado.

En las paredes blancas de su celda, apenas diez fotografías familiares: sus hijos Louis, Pierre y Jean, y Carla -la ex top model- en distintos escenarios —de gira, en familia, en el campo—. Tres veces por semana, podrá recibir visitas de 45 minutos. Carla ya habría solicitado la primera, aunque algunos medios aseguran que esperará unos días para evitar el tumulto de los paparazzi.

El peso del amor

Carla Bruni, también cantante, actriz y ex primera dama, vive este capítulo con una mezcla de entereza y dolor. “Carla es su refugio emocional”, dijo un amigo del matrimonio. A pesar de atravesar un delicado tratamiento por cáncer de mama, la artista no se apartó ni un segundo de su esposo durante los días previos al ingreso en prisión.

Su imagen, tomada de la mano de Sarkozy frente a las cámaras, fue tapa en toda Europa. La pareja, símbolo de glamour y poder durante más de una década, encarna ahora una historia de resistencia, amor y silencio. “No le teme a la cárcel”, declaró Sarkozy antes de ingresar. “Mantendré la frente en alto, incluso a las puertas de La Santé”.

Una celda con historia

La Santé no es una prisión cualquiera. En esos muros pasaron nombres como Alfred Dreyfus, el poeta Guillaume Apollinaire y el dictador panameño Manuel Noriega. Las celdas son austeras, idénticas entre sí, pero a Sarkozy le asignaron una en el “sector de personas vulnerables”, donde los detenidos permanecen aislados por seguridad.

No es un “preso VIP”, dicen en la administración, aunque su nombre figure en los diarios del mundo. Es, más bien, un hombre que convive con sus fantasmas: los días de poder, las reuniones con líderes mundiales, las fotos en Versalles y las noches de guitarra y vino junto a Carla.

Entre la política y el destino

En los pasillos del poder francés, pocos se animan a hablar abiertamente. Emmanuel Macron, actual presidente y cercano a la pareja, lo visitó en la víspera. “Hablamos largo”, confesó luego, sin detalles. En la derecha y la extrema derecha, en cambio, la indignación es abierta: consideran la condena un acto político.

Mientras tanto, Sarkozy escribe. Tal vez un diario, tal vez las primeras líneas de un libro que cuente cómo el poder y el amor pueden sobrevivir a todo, incluso a las rejas.

Carla, en tanto, continúa su vida con perfil bajo. Canta, pinta, cuida de Giulia y espera. “El amor no se quiebra —dijo una vez sobre su marido—, sólo cambia de forma”.

Y en esa frase, tan simple y tan cierta, parece resumirse la historia de esta pareja que supo reinar en los salones de París… y que ahora, desde la soledad de una celda, escribe el capítulo más humano de su propia leyenda.

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