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Información General |Entre la felicidad y las promesas

La pasión a flor de piel: furor por la Scaloneta y tatuadores platenses con agenda llena

Con el penal consagratorio de Montiel, explotaron los pedidos de turnos. La mayoría quiere la imagen de Messi, pero también las tres estrellas, el 5 de copas y frases como “elijo creer” o “¿qué mirás bobo? Crónica de un arte que expone movimientos individuales y sociales

La pasión a flor de piel: furor por la Scaloneta y tatuadores platenses con agenda llena
Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

24 de Diciembre de 2022 | 02:09
Edición impresa

En “La Historia de las cosas”, José Antonio Solís definió al tatuaje como una “técnica de decoración de la piel mediante la inserción de sustancias colorantes bajo la epidermis”, idea a la que también refiere la etimología de la palabra: deriva de “Ta-tau”, que en el lenguaje polinesio significa “marca sobre la piel”.

Superados ya los años de prejuicios y de miedos, a esta altura sabemos que un tatuaje es mucho más que una “marca decorativa”; es una expresión que acompaña, reafirma y expone movimientos individuales y sociales.

Diego Rindel, por ejemplo, es un arqueólogo que en sus 50 años de vida nunca se hizo un tatuaje; hasta ahora. La idea surgió del grupo de WhatsApp que integran sus hermanos, sobrinos e hijo, en el que sellaron una promesa en caso de que Argentina saliera Campeón: todos debían tatuarse el 5 de copas, en la pantorrilla y a color (ver aparte).

“Me había jurado nunca hacerme un tatuaje; por eso quise venir rápido antes de arrepentirme”, dice Rindel en el local de 12 entre 59 y 60, convencido de que esos juramentos no se rompen por nada, aunque se defina de “River y no muy futbolero. Sí sigo a los Mundiales -aclara-. Y éste me tocó el corazón”.

Rindel es uno de los cientos de platenses decididos a eternizar en su cuerpo la felicidad por la tercera estrella, la mayoría de ellos con frases que dejó Qatar 2022 -“qué mirás bobo”; “elijo creer”- o la imagen del protagonista absoluto de la gesta: Lionel Messi.

“Es una avalancha”, dice Mariano Salvarreyes (53), “pero es normal; sucedió con la Copa América y con este Mundial pasa un fenómeno especial, sobre todo en la generación que vive esto por primera vez”. Mariano, que se especializa en tatuajes de realismo, empezó a recibir pedidos justo después de que la Selección se coronó campeona. Ni un minuto antes, por si acaso. Lo contactaron hombres y mujeres interesados en tatuarse la cara de Messi: “Quieren tomas diferentes, cuando pasó y besó la Copa y también levantándola”, dice.

En los 27 años que lleva en el oficio, Salvarreyes realizó ya varios trabajos con el ídolo máximo de estos días, como también hizo unos cuantos tatuajes de Diego Maradona, aunque “es otro público -apunta-; el que se hace una cosa no se hace otra”.

En el local de Elías Ávalos aseguran que las consultas arrancaron desde antes de la final con Francia. La lista de espera se extiende hasta dos días, con clientes de todas las edades interesados en tatuarse, sobre todo, a Lionel, a Emiliano “Dibu” Martínez, a la Copa tan deseada y también algunas frases, como los minutos en que entraron los goles del infartante partido del domingo.

“Algunos piden que sea en color y otros en negro”, explican. Lo curioso es que no son pocos los que toman la decisión porque “pasan por el lugar, ven la vidriera y se mandan. Si tenemos un hueco los tatuamos, si no, les damos un turno”, dice Ávalos.

Hay que tener en cuenta que, en este caso, el tamaño importa. Y mucho. Los dibujos más chicos, “sin muchos detalles” y en la gama de grises, demandan “30 minutos y 6.000 pesos”, informan en el negocio, que lanzó una “promo” para aprovechar el viento de cola.

“Vienen todos felices y piden que se los hagan lo antes posible; se les nota que quieren marcarse como argentinos, con un sentimiento compartido por todos”, destaca Brisa Cazaux, la empleada que recibe a los clientes.

Natalia Shanti López (31) es otra tatuadora platense a la que le llovieron los pedidos “apenas ganamos el último partido. La gente estaba muy emocionada”, cuenta, todavía incrédula ante “la inmediatez de las consultas. La pasión de los argentinos es hermosa”. Su clientela, conformada, sobre todo, por personas entre 20 y 35 años, pactó varias sesiones grupales de familiares y amigos. Como Natalia se especializa en línea fina, buena parte de los encargos tiene que ver con eso -“la fecha del domingo, la silueta de Messi y la de la Copa”, explica- y pudo dar varios turnos por día, porque los tatuajes suelen ser “pequeños o medianos”.

Distinto es el caso de Martín Comoglio (51), que hace un trabajo por día en turnos previamente asignados, con una espera, ahora, de hasta tres meses. Igual que el resto, comenzó a recibir consultas el mismo domingo que estalló la locura, de clientes interesados en tatuarse “a Messi con la Copa o a Maradona entregándosela”, por mencionar apenas un par de casos. “Algunos turnos tomé -afirma-, pero otros no quieren esperar”.

Presume que nadie quiso anticiparse “por las dudas” y que muchos lo decidieron a modo de promesa, como tampoco descarta que algunos clientes que pidieron un turno hace unos meses terminen cambiando el dibujo que querían estamparse, por algo vinculado con la fiebre mundialista. Es que “muchos reservan sin saber muy bien qué se van a hacer. O porque estamos siguiendo un gran proyecto en su cuerpo, con capítulos nuevos que desconocemos”.

Hace 9 años que Agustín Crivaro (33) se convirtió en un tatuador profesional. Con la ilusión de Qatar, personas de todas las edades - “de 18 años a mayores de 60”, dice- comenzaron a consultarlo desde antes del primer partido, aunque la mayoría -de nuevo - eligió esperar hasta que Montiel acertó el último penal.

Dedicado al realismo, la lista de espera para tatuarse con Crivaro es de, por lo menos, un mes. “Son trabajos que llevan mucho tiempo y varias sesiones, para cuidar la piel y por el nivel de tolerancia a las agujas de cada cliente”, argumenta. Además de Messi y la histórica fecha, a los clientes de Agustín les interesan las imágenes de “Dibu, de Angelito Di María y de las tres estrellas”. Cada sesión dura dos horas y tiene un valor de 12 mil pesos, aunque puede extenderse a pedido del cliente, con un costo menor. Un retrato demanda aproximadamente siete horas, dependiendo del tamaño y los detalles.

SEGÚN PASAN LOS AÑOS

Una encuesta realizada por la agencia alemana de investigación Dalia Reasearch, reveló este año que Argentina figura entre los cinco países con más personas tatuadas en el mundo, junto con Australia: por estos lados, el 43 por ciento de los habitantes tiene, al menos, un tatuaje y el porcentaje sube a 45 por ciento entre las mujeres. Claro, no siempre fue así.

“Yo arranqué en 1995, cuando tenía 26 años, y en La Plata no éramos más que tres o cuatro tatuadores”, recuerda Mariano Salvarreyes, quien resolvió dedicarse a eso porque dibujaba y pintaba desde muy chico, abandonó la carrera de diseño y de repente se vio “trabajando de cualquier cosa, menos de lo que me gustaba”. Formarse en ese oficio tan particular tampoco era fácil por entonces. “Siempre fue un ambiente muy celoso el del tatuaje”, reconoce, sólo que “ahora hay tutoriales, videos y acceso a mucha información, pero antes era complicado. Tenías que ser autodidacta y practicar mucho”. ¿Cómo o con quién?

Mariano aclara que nunca usó frutas ni piel de cerdo: “Me hice un tatuaje chiquitito y siempre había alguien dispuesto” a ofrecer su piel para que él ganara experiencia. Ahora las hay sintéticas.

Casi todos los profesionales consultados para esta nota provienen de territorios parecidos; como si entre la comunidad hubiera un acuerdo no escrito sobre la necesidad de saber dibujar o, al menos, tener conocimientos de proporción, perspectiva, contraste y tamaño.

Natalia Shanti López, por ejemplo, llegó desde Bariloche para estudiar profesorado de dibujo en la UNLP. Y Martín Comoglio, que es platense, se define como “artista desde la cuna”, diseñador en Comunicación Visual y profesor desde hace casi tres décadas en la facultad de Bellas Artes. En su caso, se sumergió en el mundo del tatuaje hace unos 10 años, “de la mano de un gran amigo y colega, Demian Zerfuz”, y desde entonces se dedica casi exclusivamente a esto.

“Hay dos aspectos clave en esta disciplina”, reflexiona Comoglio, “uno es el artístico, que se puede ver en las fotos o videos, y otro es el de la bioseguridad”, en el que “la mayoría no repara”, lamenta. Insiste en que hay “protocolos, cuidados y acciones” a tener en cuenta en caso de que surjan inconvenientes, así como un curso de bioseguridad que dicta un médico y la Municipalidad exige para habilitar un comercio del rubro. “Esa es la diferencia entre tatuarte en un local habilitado o en el baño de una casa. Porque esa persona puede subir la foto de un trabajo hermoso, pero no tomar los recaudos necesarios para que esa foto no se transforme en un infierno en cuatro días”.

Salvarreyes, en cambio, considera que se corren más riesgos “yendo a un odontólogo que a un tatuador. En 27 años nunca tuve problemas, salvo con gente que cuidó mal un tatuaje”. Reconoce que “algunos pigmentos son más problemáticos que otros, como el rojo, pero solamente si lo exponés al sol o hacés algo mientras se está curando. Aunque ahora seamos un montón, usamos buenos materiales y hemos cuidado (el oficio) para terminar con aquel mito” de que tatuarse era peligroso.

Además de la explosión en la oferta y la demanda y el derrumbe de prejuicios, en el territorio de este arte tan particular hubo otros cambios.

Según Salvarreyes, “hay máquinas de hace más de 70 años que se siguen usando y hay nuevas que solucionan un montón de problemas. Conviven los dos mundos”, pero sí evolucionó muchísimo el acceso a los diseños. En los ‘90 “te comprabas una revista del National Geographic y te ponías a dibujar un animal porque no había nada. Ahora existe un banco de imágenes infinito”.

“En la prehistoria del tatuaje -dice Comoglio- era llegar a un local y que hubiera fotos pegadas o un catálogo con diseños. Ahora la gente los encuentra en Pinterest, sitios o plataformas de búsqueda, aunque el mejor producto es uno que yo haya pensado para el cliente después de entender su necesidad y dialogar con esa persona al nivel que lo haría como diseñador”.

DE RAREZAS Y SIGNIFICANTES

Cuenta Crivaro que en tiempos “normales”, cuando no todo es Messi, un 5 de copas o tres estrellas, sus clientes suelen contratarlo para estamparse en la piel “retratos de personas, animales o paisajes”. Aunque hay de todo: “Hace unas semanas una persona me preguntó si podía tatuarle la cabeza para completar la falta de pelo; todavía no lo hice, pero me genera intriga”, reconoce.

Hablando de rarezas, recuerda Salvarreyes que lo más extraño que le tocó tatuar fue “un Rambo con la ametralladora en el hombro, porque entonces no había internet ni tampoco imágenes y hubo que hacer una adaptación porque el flaco era fanático”.

Comoglio, por su lado, invita a sus clientes a “correrse del estereotipo”. Este diseñador ha trabajado en la piel de personas con cicatrices por mastectomía, por ejemplo, y covers, que es “tatuar sobre un tatuaje viejo, porque está feo o ya no es representativo”.

“Estos desafíos me resultan muy buenos por la felicidad que generan”, cuenta, y recuerda el caso de una mujer que se atrevió a exponer su espalda en la playa después de muchísimos años y un tatuaje que por fin le disimuló las cicatrices de un acné queloideo que infinidad de tratamientos no lograron borrarle.

La edad legal para que una persona se haga un tatuaje es a los 18 años. Si es menor, tiene que asistir con un adulto que autorice y deje constancia de eso. Sin embargo, algunos tatuadores no aceptan avales que no sean de los padres o de tutores legales, ni a clientes menores de 14 años. Para Comoglio, por caso, el límite son los 16. Es que, “con el desarrollo, la piel no crece de manera homogénea en escalas y volúmenes y son riesgos que se pueden evitar”, explica. Salvarreyes coincide en que, con el cuerpo, puede cambiar la forma del diseño, pero también “la decisión que podés tomar” en relación con aquello que querés llevar en tu piel.

Del otro lado, cada vez son más (y de más edad) los adultos que deciden hacerse su primer tatuaje: “Tienen muy en claro que lo que van a empezar a plasmar en su piel está muy relacionado con los valores, los recuerdos, lo familiar y la admiración”, refiere Comoglio. Después de todo, cierra, “esos son los justificativos del tatuaje”.

El primer centro de tatuajes lo abrió en Nueva York Martin Hildebrant, entre los años 1866 y 1920

Argentina figura entre los cinco países con más personas tatuadas en el mundo

 

 

 

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Un tatuaje realista de Messi realizado con la Copa América y con la Copa del Mundo / @salvarreyes y télam

Muchos ya se tatuaron los resultados de los partidos y la icónica frase de Lionel enojado. Tatuadores profesionales recomiendan moderar la ansiedad para garantizar buenos resultados / Imágenes de redes sociales

Natalia Shanti López / @shan.artt

Martín Comoglio / @martincomoglio

Mariano Salvarreyes / @salvarreyes

Agustín Crivaro / @a.c.tattoo

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