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Calles salvajes: las reacciones violentas se apoderaron de la Ciudad

Un nerviosismo generalizado parece haberse extendido por la comunidad, en donde la más mínima discusión termina con graves incidentes y personas hospitalizadas. Signos de una época convulsionada a la que los especialistas intentan analizar

Calles salvajes: las reacciones violentas se apoderaron de la Ciudad

Mel Gregorini, psicólogo

Camila Moreno

Camila Moreno
cmoreno@eldia.com

24 de Septiembre de 2023 | 06:23
Edición impresa

Una discusión por la poda de un árbol en el estacionamiento de 49 entre 3 y 4 terminó con un empleado del lugar atacando salvajemente con una azada a una vecina que debió ser hospitalizada con una fractura en su brazo derecho. Tan solo unos días antes, en 51 entre 8 y 9 tras un altercado con un oficial de seguridad privada un hombre destrozó a piedrazos la garita del “Pasaje 8 bis”.

La calle está convulsionada y se nota. No hace falta llegar a estos extremos de violencia física para sentir que se respira un aire de nerviosismo generalizado. Hace rato que esto dejó de ser una sensación y si bien muchos pueden argumentar que las discusiones entre extraños en la calle -sobre todo las provocadas por el tránsito- siempre existieron, lo cierto es que en el último tiempo parece que han llegado a un punto sin retorno.

Madres y padres que se pelean en la puerta de las escuelas o que increpan a los docentes de sus hijos y médicos golpeados por pacientes tal como ocurrió hace unos meses en e hospital de niños Sor María Ludovica, son algunos de los sucesos que se vivieron en la ciudad en los últimos meses y que despertaron la indignación de los vecinos. Pero en esos momentos en los que la conmoción se apodera de los que observan espantados lo que ocurre, todo suele derivar en acusaciones directas contra los “inadaptados” y se abordan como casos aislados sin detenerse en pensar qué es lo que se esconde detrás de esta escalada de violencia.

Es difícil hablar de que exista una tendencia que inevitablemente lleve a todos a actuar de esta manera, pero lo que si se puede asegurar es que “la gente está más alterada, más irascible con mucho más crisis de ansiedad y de violencia” confirmó el psicólogo platense Juan Manuel “Mel” Gregorini y consideró que esto está “relacionado con todo el contexto social y cultural que se vive, en donde todos estamos más intolerantes ante ciertas cosa, entonces hasta los asuntos más mínimos se tornan difíciles de soportar y ahí empiezan los ataques de ira”.

Para el especialista, el problema actual radica en que “el paso al acto esta mucho más normalizado, ya es algo común, la gente reacciona sin detenerse un segundo a pensar”, manifestó y planteó que la sociedad está ante un nuevo paradigma en donde detenerse a pensar antes de actuar dejó de ser una opción.

Este nuevo fenómeno en el que se reacciona y después se contemplan las consecuencias que pueden llegar a tener estos actos es un fenómeno incipiente al que Gregorini comenzó a notar dentro de su propio consultorio “a donde la gente antes venía para evitar tener este tipo de episodios violentos y ahora llega luego de haber ‘explotado’ o sufrido un ataque de ira”, la idea ya no es prevenir sino reflexionar luego de haber reaccionado mal. A lo que apunta con esto es a que tampoco demuestran un “genuino arrepentimiento, sino que vienen tratando de evitar que llegue a mayores para así evitar las consecuencias que puede traer haber agredido a una persona o haber cometido un hecho de vandalismo”.

¿Un nuevo límite social?

Además de las consecuencias físicas o materiales que puedan sufrir las víctimas, otro de los factores perjudicados ante este tipo de reacciones son las convenciones sociales. Es que lo que ocurre con estos ataques de ira es que la persona “trasgrede el límite establecido de manera social, es por eso que ante estos casos hablamos de la ‘patología del límite’” explicó y añadió que “esta transgresión implica la ruptura de un orden social, una organización que se rompe y que efectivamente a alguien va a afectar”.

Ante esto se abre una incógnita importante ¿qué es lo que lleva a estas personas a cruzar el límite? Las respuestas pueden variar en cada caso pero si hay algo que cada uno de estos trasgresores comparte y es “la falta de comprensión de este límite, al que no pueden sostener”, opinó el psicólogo, lo que hay que hacer es trabajar para que estas personas “puedan entender vivimos en una sociedad que está organizada, en la que hay que tener ciertos parámetros de conductas y que hay normas sociales que no se pueden trasgredir porque esta impulsividad y ataques de ira va a terminar afectando a la familia, la sociedad o cualquier otro espacio”, detalló.

Tips para revertir esta situación

Ponerle fin a este nerviosismo generalizado del que habla el especialista es una tarea difícil de lograr de un día para el otro. Pero cada uno desde su lugar puede empezar con acciones que parecen nimias pero que si todos la repiten poco a poco van a llevar a tranquilizar situaciones que antes parecían imposible de sortear.

Por ejemplo, algo muy simple “contar hasta diez antes de tomar una decisión, esto ayuda a bajar la ansiedad que hoy en día sienten muchas personas” junto a esto entender que “la violencia no es la solución de nada, sino que al contrario, genera muchos más problemas”, sostuvo y agregó que fundamentalmente se debe “comprender que las cosas tan literales, que nada de lo que ocurre es la muerte de nadie, entonces no se debe reaccionar de tal manera, no debemos tomarnos todo tan a pecho, hay que tranquilizarse y pensar tres veces antes de realizar alguna conducta de la que luego se arrepientan”.

Este repensar constante antes de responder debe ir acompañado de “nuevos acuerdos sociales”, propuso y concluyó: “en definitiva hay que pensar, hay que hablar y evitar reaccionar, para así establecer nuevos acuerdos sociales que nos permitan vivir lo mejor posible en el único lugar en el que podemos estar viviendo”.

 

 

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