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El futuro de la IA parece brillante y ágil... Pero tiene un lado oscuro -el agua evaporada, la energía quemada, el carbono liberado- que puede afectar los recursos del planeta. ¿Oportunidad o perdición?
Hasta uno de los ceos de Openai advirtió el "alto gasto energético" de ChatGPT / Freepik
Cada vez que un usuario saluda a ChatGPT, le da las gracias a Copilot de Microsoft, o simplemente inicia una conversación casual con Gemini de Google o Grok de X, algo más que datos circula en los circuitos de silicio: se movilizan enormes cantidades de energía eléctrica y agua dulce. Lejos de ser una operación “inmaterial” o “limpia”, como todavía muchos imaginan, los chats basados en inteligencia artificial cargan un peso invisible pero demoledor para el medioambiente. Detrás de cada respuesta amigable o solución eficiente, late un sistema de consumo insaciable que plantea interrogantes urgentes sobre el futuro del planeta.
Según informes recientes, una simple interacción de apenas 100 palabras con un motor como ChatGPT puede llegar a consumir entre 0,0005 y 0,0029 kWh de energía eléctrica, dependiendo de la complejidad de la respuesta. Puede parecer un número insignificante, pero no lo es. Basta con pensar que un hogar promedio en Argentina consume unos 250 kWh al mes: apenas 86.000 consultas simples a una IA equivalen al consumo mensual de electricidad de una familia tipo. Y si esas consultas incluyen frases corteses como “Hola”, “Gracias” o “Por favor” —palabras que, paradójicamente, aumentan la longitud y complejidad de las respuestas generadas—, el impacto se multiplica. Sam Altman, CEO de OpenAI, reconoció públicamente que los buenos modales digitales cuestan “decenas de millones de dólares” en facturas eléctricas anuales.
El gasto energético, además, tiene una característica preocupante: una gran parte proviene de fuentes fósiles. Aunque las principales empresas tecnológicas invierten en renovables, el grueso de la electricidad que alimenta los centros de datos todavía depende de gas, petróleo y carbón. Y mientras el mundo intenta bajar sus emisiones para frenar el calentamiento global, el vertiginoso avance de la inteligencia artificial amenaza con contrarrestar esos esfuerzos. Google, por ejemplo, reportó un incremento del 48% en sus emisiones de carbono desde que amplió sus operaciones en IA; Microsoft, un 29%.
Muchas funciones de los chats bots requieren energía para motorizar o refrigerar sistemas / Freepik
Pero la electricidad no es el único recurso exprimido por las IA conversacionales. También consumen agua dulce en cantidades que harían sonrojar a una fábrica de autos. Para refrigerar los servidores que procesan las consultas, se utilizan sistemas de enfriamiento que evaporan agua constantemente. Se calcula que cada 100 palabras generadas por ChatGPT necesitan alrededor de 500 ml de agua. O sea, cinco consultas comunes consumen un litro. A escala global, donde se registran miles de millones de interacciones al mes, el volumen de agua evaporada asciende a cifras que rivalizan con el consumo anual de una pequeña ciudad.
Un cálculo conservador, basado en proyecciones de tráfico actuales, estima que los grandes modelos de lenguaje como los de OpenAI, Google, X y Microsoft procesan al menos 10.000 millones de consultas por mes en conjunto. Si cada consulta implica un consumo promedio de 0,0015 kWh y 100 ml de agua, estamos hablando de 15.000 MWh de energía mensual y 1.000 millones de litros de agua evaporados. Anualmente, serían 180.000 MWh y 12.000 millones de litros de agua. Para ponerlo en perspectiva: con esa energía se podría alimentar a más de 72.000 hogares argentinos durante un año completo, y el agua desperdiciada alcanzaría para abastecer a más de 160.000 personas durante 12 meses.
La comparación con otras industrias pone en evidencia la magnitud del problema. La fabricación de un automóvil promedio demanda alrededor de 30.000 litros de agua (incluyendo producción de materiales y ensamblado). La IA conversacional, con su demanda actual, “consume” el equivalente hídrico de fabricar 400.000 autos al año. En cuanto a la energía, la industria automotriz global utiliza aproximadamente 20 millones de barriles de petróleo diarios; la IA todavía está lejos de esa escala, pero el crecimiento proyectado sugiere que, si no se toman medidas de eficiencia, el sector tecnológico podría superar pronto el consumo energético combinado de varios países medianos.
Un data center de empresas que prestan servicios de motores de texto con IA requiere industriales cantidades de energía / Freepik
Paradójicamente, uno de los encantos que llevó a la adopción masiva de la IA conversacional fue su aparente inmaterialidad: sin fábricas visibles ni chimeneas humeantes, las aplicaciones parecían operar en un mundo limpio y abstracto. Pero detrás del mensaje amistoso de un bot, detrás de un “¿En qué puedo ayudarte hoy?”, hay enormes centros de datos —auténticas fábricas del siglo XXI— que funcionan las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con miles de chips gráficos funcionando a máxima potencia, recalentándose, enfriándose y volviendo a operar en un ciclo que no se detiene.
Este escenario plantea preguntas éticas urgentes. ¿Vale la pena quemar recursos naturales para cada “Gracias” enviado a un motor de IA? ¿No deberíamos repensar la manera en que interactuamos con estas tecnologías, optimizando las consultas y limitando los intercambios superfluos? El gesto cotidiano, automático, de saludar a un chatbot o cerrar una conversación con una frase amable, adquiere, a la luz de estos datos, una dimensión mucho más compleja y polémica.
Las principales compañías de tecnología aseguran estar trabajando en soluciones más eficientes: nuevos modelos de IA que consuman menos energía, centros de datos alimentados en un 100% por renovables, sistemas de refrigeración más sustentables. Pero la realidad actual todavía dista de ese ideal. Y mientras tanto, el avance imparable de la inteligencia artificial impone un nuevo desafío a la humanidad: aprender a ser conscientes de la huella invisible que dejan nuestros intercambios digitales más inocentes.
1 USO DE AGUA PARA REFRIGERACIÓN: se estima que cada 100 palabras generadas por ChatGPT requieren aproximadamente 500 ml de agua, utilizada principalmente para la refrigeración de los servidores.
2 AUMENTO DE EMISIONES: desde la implementación de modelos de IA, empresas como Google y Microsoft han reportado incrementos en sus emisiones de gases de efecto invernadero del 48% y 29%, respectivamente.
3 IMPACTO DE FRASES CORTESES: incluir palabras como “por favor” o “gracias” puede generar respuestas más largas y complejas, aumentando el consumo energético y, por ende, los costos operativos.
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