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Cada vez más jóvenes exploran la sexualidad a través de herramientas digitales que parecen inofensivas. Pero el uso de IA para generar contenido íntimo plantea nuevos desafíos, donde el riesgo no está en la imagen, sino en lo que queda después
En un aula de cualquier secundaria platense, mientras suena el timbre del recreo, algunos adolescentes charlan sobre lo que perciben como un chiste.
Una imagen íntima, un cuerpo retocado, una cara que parece conocida. Nadie sabe de dónde salió ni quién la hizo. Algunos ríen, otros se incomodan. Nadie se lo dice a un adulto. Y sin embargo, lo que ocurre ahí -esa mezcla de humor, reconocimiento, morbo, poder y silencio- está marcando una de las nuevas fronteras del riesgo adolescente.
El sexting con inteligencia artificial (IA) no es ciencia ficción. Es ahora, es cotidiano y es más común de lo que los adultos imaginan. Ya no se trata solo de enviar una foto o un video íntimo. Ahora subyace -y cada vez más- la posibilidad de crear uno, aunque nunca haya existido; aunque la persona retratada no haya posado jamás.
En Argentina, como en otros países de todo el globo terraqueo, adolescentes usan apps de IA para fabricar imágenes sexuales propias o ajenas, en general sin medir las consecuencias.
Si bien estas prácticas pueden parecer, al principio, una manera de explorar la identidad o el deseo, terminan convirtiéndose en zonas de alta vulnerabilidad para, en general las adolescentes mujeres.
El primer riesgo no está en la tecnología, sino en la falta de conciencia. Las imágenes generadas por inteligencia artificial pueden parecer un juego, pero su circulación tiene consecuencias reales. Desde la exposición pública no deseada hasta casos de extorsión, bullying o daños emocionales profundos. Una imagen falsa puede causar un daño verdadero.
Y hay algo peor: muchos adultos todavía no tienen idea de que esto existe. No saben qué hacen sus hijos con sus celulares. No conocen los nombres de las apps. No dimensionan que la IA puede producir contenido íntimo hiperrealista sin intervención humana directa.
Un artículo reciente publicado por “The Washington Post” pone el foco en esta preocupación: padres de adolescentes en Estados Unidos descubrieron que sus hijos creaban o recibían contenido sexual usando herramientas de IA diseñadas para conversar o incluso coquetear.
Algunas de estas plataformas permiten configurar avatares que generan respuestas eróticas. Otras, directamente, producen imágenes con rostros personalizados.
En contextos como el nuestro, donde la educación sexual integral todavía genera resistencias o es irregular según la escuela, estos escenarios se vuelven aún más peligrosos.
La prevención no pasa por prohibir la tecnología, sino por acompañarla con diálogo y límites. Los especialistas coinciden: cuanto más tardamos los adultos en hablar de estos temas, más espacio gana la desinformación.
En La Plata, muchas escuelas ya trabajan junto a equipos de orientación para abordar estas nuevas formas de exposición. Algunas organizaciones ofrecen recursos para familias y docentes. Pero todavía hay mucho por hacer. La brecha entre lo que los adolescentes experimentan y lo que los adultos comprenden es grande. Y en esa distancia, muchas veces, crece el daño.
El sexting con IA no se combate con alarmismo ni con indiferencia. Se enfrenta con tiempo, con atención y con voluntad de involucrarse. Es un desafío nuevo, sí. Pero también una oportunidad: la de construir un vínculo distinto con los hijos, donde la confianza pese más que el miedo.
Porque al final, no se trata de tecnología. Se trata de cuidado.
No todos los adolescentes tienen las herramientas para frenar una situación que los incomoda. A veces no saben que lo que están viviendo es violencia. Otras veces lo saben, pero no encuentran cómo hablarlo. Por eso, es clave que puedan identificar cuándo pedir ayuda y a quién recurrir.
Pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de fortaleza. Es reconocer que algo los supera, que necesitan apoyo y que no están solos. Ante la circulación de una imagen íntima sin consentimiento, ante la presión para compartir contenido sexual, ante una situación de acoso o manipulación digital, es necesario levantar la mano.
Las familias, los docentes, los equipos de orientación escolar y también las líneas de atención especializadas pueden ser espacios de escucha. Para eso, hay que visibilitarlos. Y sobre todo, construir entornos donde no se castigue el error, sino que se acompañe el proceso.
El cuidado no empieza cuando algo grave ya ocurrió. Empieza mucho antes, en la posibilidad de hablar sin miedo, de confiar, de sentirse escuchado. La IA cambió las reglas del juego, pero el refugio sigue siendo el mismo: una conversación sincera, a tiempo.
Una de las emociones más invisibles que atraviesan estas situaciones es la vergüenza. No siempre se nombra, pero está. Y actúa como una barrera silenciosa que impide pedir ayuda, hablar con alguien o frenar a tiempo.
Cuando un adolescente se ve involucrado en una situación de sexting con inteligencia artificial, muchas veces lo que aparece primero no es el miedo a ser castigado, sino la vergüenza. La vergüenza de haber sido expuesto. De haber compartido algo íntimo. De que circulen imágenes suyas o de otra persona. De que se rían. De no haber dicho nada. De no saber cómo reaccionar.
En el universo adolescente, la vergüenza se amplifica: todo es público, todo puede viralizarse, todo puede convertirse en motivo de burla. Y al mismo tiempo, todo se vive con una intensidad particular. Por eso, para muchos chicos y chicas, reconocer que algo les hizo daño o los puso incómodos es más difícil que soportarlo en silencio.
Esa barrera emocional no se rompe solo con una charla o una consigna escolar. Se rompe con confianza, con tiempo, con adultos que no se escandalicen ante el error, que no reaccionen con sermones ni castigos.
Los jóvenes viven su intimidad con las pantallas / Pexels
1 ESCUCHAR SIN JUZGAR: Antes que controlar, se trata de entender qué hacen los adolescentes en el entorno digital. ¿Con quiénes hablan? ¿Qué aplicaciones usan? ¿Qué sienten al hacerlo.
2 HABLAR DE CONSENTIMIENTO: La generación de contenido íntimo, real o artificial, no es inocente. Si no hay consentimiento, hay vulneración. Y eso debe ser claro desde el principio.
3 EDUCAR SOBRE EL CUERPO Y LA INTIMIDAD: La inteligencia artificial no reemplaza la conversación sobre el deseo, los vínculos, el respeto. La ESI sigue siendo nuestra herramienta más poderosa.
4 RECONOCER EL ERROR SIN CASTIGAR: Si un hijo o hija se equivoca, lo peor que puede pasar es que no tenga a quién contarle. Necesitamos adultos que acompañen, no que condenen.
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